MATERIA IGLESIA
Por el Profesor Lic. P. Néstor
Cruz García
PRIMERA CLASE:
¿Cómo nace el cristianismo?
Antes de hablar de Iglesia tenemos que comprender 5 temas que
caracterizan el cristianismo
EL NOMBRE DE JESUS PARA LOS HEBREOS
EL MOVIMIENTO RELIGIOSO QUE INICIO JESUS
1. El nombre de Jesús para los hebreos
El nombre Jesús deriva del hebreo Yeshú, que es la forma abreviada de
Yeshúa
Yeshúa es a su vez una forma abreviada de Yehoshúa, Josué el sucesor de
Moisés que condujo al pueblo de Israel a la tierra prometida.
Yeshú fue un nombre popular entre los judíos hasta comienzos del siglo
2° d.C.
La veneración de Jesucristo por parte de los cristianos impulsó a
los judíos a dejar de utilizarlo como nombre personal. En su lugar
pusieron Josué como forma común del nombre que llevó buen número de rabinos
destacados.
Pero en el siglo 1° era un nombre corriente que muchos
llevaban. Para diferenciarlo de otros lo llamaban a Jesús el de Nazaret y
muchos otros el Mesías (o el Cristo, en griego el Ungido).
Yehoshúa (Josué-Jesús) significa “Yahvé ayuda”. Una interpretación
popular lo reinterpretó con el significado de “Yahvé salva”. Esta explicación
popular está reflejada en el sueño que tiene José en Mt 1,21: “Le pondrás de
nombre Jesús, porque el salvará a su pueblo de los pecados”.
Filón, un filósofo judío del siglo 1° dirá, reflejando la misma
tradición: Jesús se interpreta como salvación de Dios”.
Lo mismo Mateo que Lucas afirman que es de Belén; pero Mt 2 y Lc 2 son
los únicos dos capítulos del NT que lo indican. No se vuelve a encontrar eco de
ello en los relatos de la infancia ni en el resto de Mateo y Lucas ni en el
resto del NT: Jesús es simplemente Jesús de Nazaret, Jesús el Nazareno o Jesús
el Nazareo.
2. La espera de un mesias en el pueblo hebreo
El cristianismo surgió del judaísmo. Alli estan los comienzos del
cristianismo.
El pueblo judío había disfrutado de considerable independencia bajo
dominación griega.
La dominación de los romanos con los judíos comenzó en el año 63
a.C y, alrededor del año 6 de nuestra era, Judea se convirtió en una
provincia puesta bajo el mando de un procurador romano
Los saduceos pugnaban por una fidelidad rígida a la ley hebrea,
rechazaban toda posibilidad de inmortalidad personal y estaban a favor de la
cooperación con los romanos.
Los fariseos seguían rigurosamente el rito judío y, aunque deseaban
liberar a Judea del control romano, no apoyaban los medios violentos para
alcanzar esta meta.
Los esenios eran una secta judía que vivía en comunidad religiosa cerca
del mar Muerto. speraban un Mesías que salvaría a Israel de la opresión,
anunciaría el reino de Dios y establecería el verdadero paraíso en la Tierra
(Manuscritos 1947)
Los zelotes, eran extremistas militantes que propugnaban el
derrocamiento violento de la dominación romana. Una revuelta judía en el año 66
de nuestra era fue sofocada por los romanos tras cuatro años. El Templo de
Jerusalén fue destruido y el poder romano se impuso una vez más de manera
absoluta en Judea.
En medio de la confusión y de los conflictos de Judea, Jesús de Nazaret
comenzó su predicación pública. Jesús creció en Galilea, importante centro de
los militantes zelotes.
3. La predicación de Jesús y la centralidad del reino
El mensaje de Jesús era muy simple. No intentaba atacar la religión
tradicional: “No he venido a abolir la ley o los profetas; sino a darles
cumplimiento”.
Lo importante no era la letra de la ley y el sometimiento a las
prohibiciones, sino la transformación de lo íntimo de la persona: “Amarás
a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a ti
mismo, esto resume la ley y los profetas” (Mt 22,34).
Muchos siguieron a Jesús como el Mesías que salvaría a Israel de la
opresión romana y establecería el reino de Dios pero Jesús habló de un reino
celestial, y no de un reino terrenal: “Mi reino no es de este mundo” (Jn
18,33-37). En consecuencia, defraudó a los radicales.
Los líderes religiosos conservadores juzgaron que Jesús socavaba el
respeto hacia la religión judía tradicional. Lo juzgaron con la Ley y buscaron
matarlo para callarlo.
Para los romanos y sus aliados locales, el nazareno era un
revolucionario capaz de transformar las esperanzas judías de un reino mesiánico
en una sublevación contra Roma.
Jesús fue objeto de rechazo en diversos ámbitos, y al final fue
entregado a las autoridades romanas. El procurador Poncio Pilatos ordenó su
crucifixión.
Sus seguidores de Jesús difundieron la noticia de que Jesús había
vencido la muerte, había resucitado y luego había ascendido a los cielos. Era
el Mesías, el Cristo quien regresaría e instauraría el reino de Dios.
“El reino
de Dios está cerca”, es el objeto primero de la
predicación de Juan Bautista y de Jesús. El tema proviene del
Antiguo Testamento, que lo anunciaba y preparaba su venida.
Los profetas anuncian que vendrá un rey futuro, el Mesías prometido y
esperado, hijo de David. Sobre todo a partir del exilio este anuncio de los
profetas toma un nuevo sentido: Yahvé, como un pastor va a ocuparse en persona
de su rebaño, lo reunirá para devolverlo a su tierra
El pueblo judío vivirá en la espera del reinado (la esperanza
mesiánica).
Jesús anuncia a los pueblos de Galilea la buena noticia del reino.
“Reino de Dios” según Marcos; “Reino de los cielos” según Mateo, dos
expresiones equivalentes. “El reino de Dios ha llegado” (Mt. 4,23; 9,35; 12,28). De ahí que es necesaria
una decisión y abrazar las exigencias del reino para ser discípulo de Jesús.
El reino será también el tema central de la predicación evangélica
(Hech 19,8; 20,25; 28,23).
¡Que es el reino?
El reino es una realidad misteriosa, que irrumpe y que Jesús quiere dar
a conocer.
La revela solo a los humildes, a los pequeños, no a los sabios de este
mundo (Mt 11,25),
El reino es lo que vale más que nada.
Jesús pide para entrar en el reino, alma de pobre, confianza de niño,
búsqueda activa, sacrificio de todo lo que se posee, soportar las
persecuciones, especial caridad fraterna, en una palabra, el cumplimiento de la
voluntad del Padre (Mt 7,21).
Se requiere un nuevo nacimiento (Jn 3,3).
En el Antiguo testamento esperaba la llegada del reino como algo
majestuoso. El mismo Juan Bautista anunciaba el juicio y el castigo como algo
inminente y definitivo. Jesús lo presenta de otra manera: es una semilla
depositada en tierra, es levadura, tiene humildes comienzos pero esta llamado a
ser un gran árbol, abarcará a todas las naciones.
El reino
de Dios vendrá definitivamente con la
segunda venida de Cristo, cuando vuelva glorioso Jesucristo, se consumará el reino.
El tiempo intermedio será el tiempo del testimonio, el
tiempo de la Iglesia.
¡Ven señor Jesús!, ¡Venga tu reino! (Mt 6,10).
4. El movimiento religioso que inició Jesús
El cristianismo comenzó como un movimiento religioso dentro del
judaísmo
En el año 70 son expulsados del judaísmo.
Pablo transformó el cristianismo en un movimiento religioso más amplio
fundando comunidades a todo lo largo de Asia Menor y en las costas
del mar Egeo.
Fue Pablo quien proveyó un fundamento universal para la difusión del
mensaje de Cristo. Ya no era necesaria la Ley de Moisés. Aceptando a Cristo
como salvador podrían ser salvados.
Jerusalén fue el primer centro del cristianismo, su destrucción por los
romanos en el año 70 impulso la fundación de las iglesias cristianas en muchas
ciudades del oriente, así como en algunos lugares de la parte occidental del
imperio.
Los grupos de primeros cristianos se reunían al atardecer en casas
privadas para compartir una comida comunitaria, llamada ágape o banquete, y
para celebrar la cena del Señor.
Al formarse las primeras comunidades cristianas tenían una organización
flexible, en la que hombres y mujeres desempeñaban funciones importantes.
Algunas mujeres ejercían posiciones relevantes y, a menudo, como predicadoras.
En los Hechos se puede seguir el desarrollo de los ministerios en los
primeros tiempos según las distintas comunidades y tradiciones: maestros,
profetas, doctores, misioneros, encargados y encargadas de comunidades en las
casas de familia, diáconos, presbíteros, obispos.
A principios siglo 2°, los obispos llegaron a ejercer autoridad sobre
los presbíteros. La autoridad de estos obispos se basó en la sucesión
apostólica: como sucesores de los apóstoles.
El cristianismo fue en su origen un movimiento muy amplio y pluralista
que lentamente fue definiendo su organización, su pastoral, su unidad
doctrinal, sus ministerios ordenados, su institucionalización.
Y siguió viviendo cambios en los primeros 10 siglos, y mayores cambios
en la Edad Media ,
y sigue siendo una realidad que constantemente se renueva para volver a los
orígenes, a los primeros cristianos y el espíritu de las primeras comunidades.
5. La venida del Espíritu Santo para hacer la Iglesia
Tenemos que poder ver la Iglesia desde la Trinidad y no como una
organización que hizo Jesús o sus discípulos.
El Dios único, cuya vida y plenitud es la Trinidad de personas, Padre,
Hijo y Espíritu Santo, convoca al hombre a la comunión con el creador y con los
demás hombres.
LLAMADO al hombre para entrar en diálogo.
INVITACION para que todos los hombres entren en comunión con
Él y entre sí.
En latín CONVOCATIO Y CONGREGATIO, este es el sentido de la Iglesia.
En este sentido la Iglesia existe desde el comienzo de la creación
La Iglesia es la presencia del Dios que esta llamando, congregando,
salvando
La Iglesia es la presencia de la salvación sin ser ella misma la salvación
La Iglesia es el medio, instrumento, signo y sacramento de esa
salvación
En el AT la salvación sucede bajo la figura de la elección de un pueblo
entre muchos otros pueblos. Israel se reconocía Iglesia , Asamblea.
En hebreo GAHAL: los llamados y EDA: comunidad reunida;
En griego ECCLESÍA: iglesia convocada y SINAGOGUÉ: asamblea reunida
Israel se consideró exclusivamente a sí mismo como comunidad étnica y
pueblo elegido. Por eso en el tiempo establecido llega Jesucristo que es la
salvación divina definitiva. En Cristo todos somos elegidos, llamados y
salvados.
Él congrega a la humanidad en su persona y convoca a los pobres y a los
débiles para encomendarles su misión salvadora.
El modo es una NOVEDAD ABSOLUTA, ya no es el Dios que llama, es el
mismo Dios que congrega en Cristo a toda la humanidad.
Todo esto es obra del Espíritu Santo que se derramó para hacer esta
obra
Siempre en la Iglesia el Espíritu Santo tiene que tener la prioridad,
tiene que impulsar la vida cristiana y no las leyes, estructuras, tradiciones,
costumbres
El es el alma de la comunión, el hacedor de la Iglesia, el que logra
la unidad en la diversidad. Es la
fuerza que renueva todas las cosas para hacer que el Evangelio se vaya
encarnando
Es la luz para que el mensaje del reino se haga realidad en cada época
de la historia.
Es el amor de Dios presente aún mas allá de los limites visibles de la
Iglesia
Es la acción del reino de Dios que convoca a los pobres y los libera.
¡Ven Espíritu Santo y renueva toda la superficie de la tierra!
¡Ven Espíritu Santo y renueva a la Iglesia para que sea fiel al
Evangelio!
Profesor Lic. P. Néstor
Cruz García
APUNTES
COMPLETOS DE LA
PRIMERA CLASE
PRIMERA
CLASE: ¿Cómo nace el cristianismo?
Antes de hablar de Iglesia tenemos que comprender 5
temas que caracterizan el cristianismo
EL NOMBRE DE JESUS PARA LOS HEBREOS
EL MOVIMIENTO RELIGIOSO QUE INICIO JESUS
6. El nombre de Jesús para los hebreos
El nombre Jesús deriva del hebreo Yeshú, que es la forma abreviada de
Yeshúa que se
encuentra en los libros tardíos de la Biblia hebrea.
Yeshúa es a su vez una forma abreviada de Yehoshúa, Josué el sucesor de Moisés
que condujo al pueblo de Israel a la tierra prometida. Yeshú fue un nombre
popular entre los judíos hasta comienzos del siglo 2° d.C. La veneración de
Jesucristo por parte de los cristianos impulsó a los judíos a dejar
de utilizarlo como nombre personal. En su lugar pusieron Josué como forma común
del nombre que llevó buen número de rabinos destacados. Pero en el siglo 1° era
un nombre corriente que muchos llevaban.
Para diferenciarlo de otros lo llamaban a Jesús el de Nazaret y muchos
otros el Mesías (o el Cristo, en griego el Ungido). En tiempos de Pablo y en
varios historiadores paganos como Tácito y Suetonio lo llaman Cristo como si se
tratara de su nombre propio.
Los nombres hebreos antiguos eran usualmente una forma abreviada de una
frase que proclamaba algo acerca de Dios. Yehoshúa (Josué-Jesús) significa
“Yahvé ayuda”. Con el tiempo recibió una interpretación popular que lo
reinterpretó con el significado de “Yahvé salva”. Esta explicación popular del
nombre es tá reflejada en el sueño que tiene José en Mt 1,21: “Le pondrás de
nombre Jesús, porque el salvará a su pueblo de los pecados”. Filón, un filósofo
judío del siglo 1° dirá, reflejando la misma tradición: Jesús se interpreta
como salvación de Dios”.
Lo mismo Mateo que Lucas afirman que es Belén; pero Mt 2 y Lc 2 son los
únicos dos capítulos del NT que lo indican claramente. No se vuelve a encontrar
eco de ello en los relatos de la infancia ni en el resto de Mateo y Lucas ni en
el resto del NT: Jesús es simplemente Jesús de Nazaret, Jesús el Nazareno o
Jesús el Nazareo.
7. La espera de un mesias en el pueblo hebreo
El cristianismo surgió del judaísmo, por ello es que se hace necesario
escudriñar en el mundo político-religioso judío con el fin de encontrar los
comienzos del cristianismo.
En tiempos helénicos, el pueblo judío había disfrutado de considerable
independencia, bajo los gobernantes seleúcidas, bajo dominación griega. La
dominación de los romanos con los judíos comenzó en el año 63 a.C y,
alrededor del año 6 de nuestra era, Judea se convirtió en una
provincia puesta bajo el mando de un procurador romano. Sin embargo, continuó
la intranquilidad, aumentada por las divisiones entre los mismos judíos.
Los saduceos pugnaban por una fidelidad rígida a la ley hebrea,
rechazaban toda posibilidad de inmortalidad personal y estaban a favor de la
cooperación con los romanos.
Los fariseos seguían rigurosamente el rito judío y, aunque deseaban
liberar a Judea del control romano, no apoyaban los medios violentos para
alcanzar esta meta.
Los esenios eran una secta judía que vivía en comunidad religiosa cerca
del mar Muerto. Tal y como se
revela en los pergaminos del mar Muerto —una colección
de documentos descubiertos en 1947—los esenios, al igual que otros judíos,
esperaban un Mesías que salvaría a Israel de la opresión, anunciaría el reino
de Dios y establecería el verdadero paraíso en la Tierra.
Un cuarto grupo, los zelotes, eran extremistas militantes que
propugnaban el derrocamiento violento de la dominación romana. Una revuelta
judía en el año 66 de nuestra era fue sofocada por los romanos tras cuatro
años. El Templo de Jerusalén fue destruido y el poder romano se impuso una vez
más de manera absoluta en Judea.
En medio de la confusión y de los conflictos de Judea, Jesús de Nazaret
comenzó su predicación pública. Jesús creció en Galilea, importante centro de
los militantes zelotes.
8. La predicación de Jesús y la centralidad del reino
El mensaje de Jesús, básicamente, era muy simple. Dio seguridades a sus
camaradas judíos de que no intentaba minar su religión tradicional: “No piensen
que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a
darles cumplimiento”.
De acuerdo con Jesús, lo importante no era el rígido fanatismo de la
letra de la ley y el sometimiento a las reglas y a las prohibiciones, sino la
transformación de lo íntimo de la persona: “Amarás a Dios por encima de
todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, esto resume la ley y
los profetas” (Mt 22,34). El mandamiento de Dios era muy sencillo, amar a Dios
y al prójimo.
En el sermón de la montaña, Jesús expresó los conceptos éticos de
humildad, caridad y amor fraterno que conformarían las bases del sistema de
valores de una nueva civilización. Como está claro, no coincidían con los
valores de la clásica civilización greco-romana.
Muchos siguieron a Jesús como el Mesías que salvaría a Israel de la
opresión y establecería el reino de Dios, Jesús habló de un reino celestial, y
no de un reino terrenal: “Mi reino no es de este mundo” (Jn 18,33-37). En
consecuencia, defraudó a los radicales.
Por su parte, los líderes religiosos conservadores juzgaron que Jesús
socavaba el respeto hacia la religión judía tradicional. Lo juzgaron con la Ley
y buscaron matarlo para callarlo.
Para las autoridades romanas de Palestina y sus aliados locales, el
nazareno era un revolucionario en potencia capaz de transformar las esperanzas
judías de un reino mesiánico en una revuelta contra. Roma. Por consiguiente,
Jesús se descubrió como objeto de dificultades en diversos ámbitos, y al final
fue entregado a las autoridades romanas. El procurador Poncio Pilatos ordenó su
crucifixión.
Unos fieles seguidores de Jesús difundieron la noticia de que Jesús
había vencido la muerte, había resucitado y luego había ascendido a los cielos.
La creencia de la resurrección de Jesús se volvió un dogma importante de la
doctrina cristiana. Jesús era aclamado ahora como el Mesías, el Cristo
(“ungido” en griego) quien regresaría e instauraría el reino de Dios.
“El reino
de Dios está cerca”, es el objeto primero de la
predicación de Juan Bautista y de Jesús. El tema proviene del
Antiguo Testamento, que lo anunciaba y preparaba su venida.
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob no tiene rasgos reales (de
rey), ni siquiera cuando Dios revela su nombre a Moisés (Ex, 3,14:
“Yo soy el que soy”). Es el Dios de la Alianza. Después de
la instalación en la tierra prometida, se recurre a esta representación
simbólica de Yahvé como rey: Yahvé reina sobre Israel (Jue 8,23; 15ª
8,7); Yahvé reina para siempre (Ex 15,18) en el cielo (Sal 11,4); en
la tierra (Sal 47,3) en toda la creación (Sal 93,1), reina sobre
todas las naciones (Jer. 10,7), hay un pueblo que Él escogió como su propiedad
, allí reside el gran rey en medio de su pueblo, en Jerusalén (Jer. 8,19).
Con el tiempo el pueblo de Israel se procura un rey pero esta
realeza humana debe subordinarse a la realeza de Yahvé, al que deben
servir. A pesar de todo, la monarquía fue ambigua: el reinado de Dios no
coincide con las ambiciones de los reyes. Por eso intervienen una y otra vez
los profetas. Finalmente llega la caída de la monarquía (la causa profunda fue
el haberse apartado del verdadero y único rey).
Al derrumbarse la monarquía Israel vuelve a recordar los
tiempos de la
Alianza. Por su parte los profetas anuncian que vendrá
un rey futuro, el Mesías prometido y esperado, hijo de David. Sobre todo a
partir del exilio este anuncio de los profetas toma un nuevo sentido: Yahvé,
como un pastor va a ocuparse en persona de su rebaño, lo reunirá para
devolverlo a su tierra (Miq. 2,13; Ez. 34,11; Is. 40,9). La buena noticia que
se anuncia a Jerusalén es: “Tu Dios reina” (Is. 52,7). Este reinado se
extenderá a todas las naciones (Zac. 14,9; Is. 24,23).
En tiempo de la persecución de Antíoco Epifanes a los judíos viene el
profeta Daniel a renovar las promesas acentuando el reinado trascendente de
Dios que va a instaurarse (Dan 2,44). El símbolo del Hijo del hombre que viene
sobre las nubes evoca este reino que viene. Su venida irá acompañada de un
juicio (Dan 7,14) y el señor reinará para siempre (Sab. 3,8). En adelante el
pueblo judío vivirá en la espera del reinado (la esperanza mesiánica).
Con frecuencia se esperó que se concretara en forma
política, la restauración de la monarquía davídica. Otros más religiosos la
veían como una realidad interior. Distintos grupos la interpretaban de manera
diferente (ver antes Saduceos - Fariseos – Esenios - Zelotes).
Jesús anuncia a los pueblos de Galilea la buena nueva del reino. “Reino
de Dios” según Marcos; “Reino de los cielos” según Mateo, dos expresiones que
son equivalentes. “El reino de Dios ha llegado” (Mt. 4,23; 9,35; 12,28). De ahí que es necesaria
una decisión, hay que convertirse y abrazar las exigencias del reino para ser
discípulo de Jesús. El reino es también el tema central de la predicación
evangélica (Hech 19,8; 20,25; 28,23).
El reino es una realidad misteriosa, que Jesús quiere dar a conocer. La
revela solo a los humildes, a los pequeños, no a los sabios de este mundo (Mt
11,25), a sus discípulos se la revela claramente, para el resto todo es
enigmático (Mc. 4,11). El reino es lo que vale más que nada y que hay que
adquirir aún a costa de todo lo que se posee (Mt 13,44). Es gracia, don que
Dios quiere dar, pero el hombre debe responder con su apertura, los pecadores endurecidos
no heredarán el reino de los cielos (1 Cor 6,9; Gal 5,21). Jesús pide para
entrar en el reino, alma de pobre, confianza de niño, búsqueda activa,
sacrificio de todo lo que se posee, soportar las persecuciones, especial
caridad fraterna, en una palabra, el cumplimiento de la voluntad del Padre (Mt
7,21). Se requiere una conversión, un nuevo nacimiento (Jn 3,3).
Estamos todos llamados a entrar en el reino de Dios (Hech 14,22), Dios
nos llama a su reino y a su gloria (1 Tes.2,12). En el Antiguo testamento
esperaba la llegada del reino como algo majestuoso e inmediato. El mismo Juan
Bautista anunciaba el juicio y el castigo como algo inminente y definitivo.
Jesús lo presenta de otra manera: es una semilla depositada en tierra (Mt
13,3), es levadura (Mt 13,33), tiene humildes comienzos (Lc 12,32) pero esta
llamado a ser un gran árbol (Mt 13,31), acogerá a todas las naciones, existe en
la medida en que la palabra de Dios es acogida por los hombres (Mt 13,23).
El nombre de Jesucristo se identifica con el reino de Dios: hay que
creer en Jesús para tener acceso al reino. Jesús ocupa el lugar central en las
tres etapas que el reino debe pasar:
1. En su vida terrena Jesús es reservado respecto al título de rey,
pero no vacila en identificar la causa del reino de Dios con la suya propia (Mc
10,29; Mt 13,41; Lc22,29), revela los misterios del reino progresivamente en
las parábolas, después de resucitado completará esta revelación (Hech 1,3),
y el Espíritu
Santo vendrá para terminarla (Jn 14,26; 16,13).
2. Con su resurrección Jesús es entronizado rey a la derecha de Dios
Padre (Hech 3,21).
3. Al final de los tiempos Jesús entregará la realeza a Dios Padre y
los fieles recibirán la herencia en el Reino de Cristo y compartirán su gloria
(Ap. 3,21).
En un sentido se han cumplido los tiempos y el reino llegó, pero hay un
tiempo entre su inauguración histórica y su realización permanente. Si el reino
está llamado a crecer debe contar con el tiempo.
Después de la resurrección de Jesús se cumple su entrada en la gloria y
la venida del Reino pero hay que esperar su segundo venida para que esto se manifieste en todos
y en todo. Este tiempo intermedio será el tiempo del testimonio, el
tiempo de la Iglesia.
El reino
de Dios vendrá definitivamente. Con la
segunda venida de Cristo, cuando vuelva glorioso Jesucristo, se consumará el reino.
Hasta entonces el reino se manifiesta en signos y señales, mientras
suspiramos por su venida: ¡Ven señor Jesús!, ¡Venga tu reino! (Mt 6,10).
9. El movimiento religioso que inició Jesús
El cristianismo comenzó como un movimiento religioso dentro del
judaísmo, y así lo consideraron las autoridades romanas durante muchas décadas.
Aunque la tradición afirma que uno de los discípulos de Cristo, Pedro, fundó la
iglesia cristiana en Roma ,
el personaje más importante de los primeros tiempos del cristianismo —después
de Jesús— fue Pablo de Tarso. Pablo
se acercó a los no judíos y transformó el cristianismo
de una secta judía en un movimiento religioso más amplio.
Llamado el “segundo fundador del cristianismo”, Pablo fue un judío,
ciudadano romano, muy influido por la cultura griega helenística. Creía que el
mensaje de Cristo debería ser predicado no sólo a los judíos, sino a los
gentiles (los no judíos). Pablo fue pionero en la fundación de comunidades
cristianas a todo lo largo de Asia Menor y en las costas del mar Egeo.
Fue Pablo quien proveyó un fundamento universal para la difusión de las
ideas de Cristo. Enseñó que Cristo era el hijo de Dios, que había venido a la
Tierra para salvar a todos los seres humanos, pecadores por desobedecer a Dios.
Con su muerte, Cristo había expiado los pecados de la humanidad y había hecho
posible que todos los hombres y mujeres experimentaran un nuevo comienzo con la
posibilidad de la salvación personal. Aceptando a Cristo como salvador, ellos
también podrían ser salvados.
Aunque Jerusalén fue el primer centro del cristianismo, su destrucción
por los romanos en el año 70 de nuestra era dejó a las iglesias cristianas con
una considerable independencia. Alrededor del año 100 se habían fundado
iglesias cristianas en muchas de las ciudades principales del oriente, así como
en algunos lugares de la parte occidental del imperio.
Muchos de los primeros cristianos provenían de las filas de los judíos
helenizados y de las poblaciones del oriente de habla griega. Pero en los
siglos III y IV, un creciente número de seguidores hablaban latín. Una
traducción latina del Nuevo Testamento, escrito originalmente en griego,
aparecida poco después del año 200, ayudó a este proceso.
Los grupos de primeros cristianos se reunían al atardecer en casas
privadas para compartir una comida comunal, llamada ágape, o banquete de amor,
y para celebrar lo que llegó a conocerse como el sacramento de la eucaristía, o
cena del Señor, celebración comunal de la última cena de Cristo.
Al formarse las primeras comunidades cristianas tenían una organización
flexible, en la que hombres y mujeres desempeñaban funciones importantes.
Algunas mujeres ejercían posiciones relevantes y, a menudo, como predicadoras.
Las iglesias locales se congregaban bajo el gobierno de consejos de ancianos
(presbíteros). En los Hechos se puede seguir el desarrollo de los ministerios
en los primeros tiempos según las distintas comunidades y
tradiciones: maestros, profetas, doctores, misioneros, encargados y
encargadas de comunidades, diáconos, presbíteros, obispos. A principios del
segundo siglo, los obispos llegaron a ejercer considerable autoridad sobre los
presbíteros. La autoridad de estos obispos se basó en la sucesión
apostólica: como sucesores de los doce apóstoles de Jesús.
El cristianismo fue en su origen un movimiento muy amplio y pluralista
que lentamente fue definiendo su organización, su pastoral, su unidad
doctrinal, sus ministerios ordenados, su institucionalización. Y siguió
viviendo cambios en los primeros 10 siglos, y mayores cambios en la Edad Media , y sigue
siendo una realidad que constantemente se renueva para volver a los orígenes, a
los primeros cristianos y el espíritu de las primeras comunidades.
10. La venida del Espíritu Santo para hacer la Iglesia
Tenemos que poder ver la Iglesia desde la Trinidad y no como una
organización que hizo Jesús o sus discípulos. El Dios único, cuya vida y
plenitud es la Trinidad de personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, el Dios que
es principio sin principio y eterna plenitud, libremente se donó a sí mismo
en la creación.
Aunque la creación en cuanto tal no es Dios, sino algo
distinto de Dios, en cuanto creatura de Dios es revelación del
propio ser del Creador. Dios se manifiesta y llama al hombre a entrar en
relación con él, convoca al hombre a la comunión con el creador y con los demás
hombres.
LLAMADO al hombre para entrar en diálogo.
INVITACION para que todos los hombres entren en comunión con
Él y entre sí.
En latín CONVOCATIO Y CONGREGATIO, este es el sentido de la Iglesia.
En este sentido la Iglesia existe desde el comienzo, desde Adán porque
desde el principio Dios se
encuentra en diálogo con la humanidad. La Iglesia es
la presencia del Dios que esta llamando congregando, salvando, comunicando al
hombre su amor y su verdad. La Iglesia es la presencia de la salvación sin ser
ella misma la salvación, es presencia del amor divino. La Iglesia es el gran
gesto del amor de Dios que atrae al hombre hacia el amor divino. La Iglesia es
el medio, instrumento, signo y sacramento de esa salvación porque es la
agrupación de todos aquellos que responden al llamado de Dios.
Por el pecado se rompió la unión de Dios con la humanidad. El hombre se encerró en si
mismo para vivir en forma autónoma. La consecuencia fue la muerte. Dios nuevamente
extiende sus brazos para abrazar con amor a su criatura, amor que ahora es de
perdón y de reconciliación. Su salvación sucede bajo la figura de la elección
de un pueblo entre muchos otros pueblos y otra vez el llamamiento y la invitación. Israel se
reconocía Iglesia , Asamblea.
En hebreo GAHAL: los llamados y EDA: comunidad reunida;
En griego ECCLESÍA: iglesia convocada y SINAGOGUÉ: asamblea reunida
La salvación es ahora una elección, desde el pecado es necesaria la
conversión libre y consciente para que la gracia de Dios llegue al hombre. A
pesar de la advertencia de los profetas, Israel se consideró exclusivamente a
sí mismo como comunidad étnica, eso impedía que el amor de Dios hacia la
humanidad pecadora fuera claramente visible para todos.
Por eso en el tiempo establecido llega Jesucristo que es la salvación
divina definitiva. En Él se comunica al mundo la plenitud de la vida divina
como palabra absoluta de verdad y como donación para el mundo del amor en el
Espíritu Santo. Cristo es el gesto visible y perceptible del amor de Dios, la
aparición del ser de Dios para nosotros. En Cristo todos somos elegidos,
llamados y salvados.
En su vida terrena Cristo se solidariza con los pequeños, los
pecadores, los pobres, los despreciados: es una solidaridad real con
la humanidad pecadora. Él la congrega en su persona y convoca a los pobres y a
los débiles para encomendarles su misión salvadora. Él establece la Iglesia
sobre el fundamento de los Apóstoles.
La Iglesia de la
nueva Alianza es la acción de Cristo pero es la
manifestación definitiva que Dios Trino ofreció desde el principio. El modo es
una NOVEDAD ABSOLUTA, ya no es el Dios que llama, es el mismo Dios que congrega
en Cristo a toda la
humanidad. Es la Iglesia de Cristo en cuanto que Cristo
no sólo es su fundador sino que además en Él se hace la congregación de todos
los hombres y Él se halla permanentemente presente en ella.
Todo esto es obra del Espíritu Santo que se derramó para renovar,
congregar, animar y enviar a los hombres y mujeres en quienes Jesús sigue
presente y a quienes encargó que lleven a cabo esta salvación a lo largo de la
historia.
Siempre en la Iglesia el Espíritu Santo tiene que tener la prioridad,
tiene que impulsar la vida cristiana y no las leyes, estructuras, tradiciones,
costumbres que el Espíritu ha ido suscitando a lo largo de la historia. Si hemos
recibido el Espíritu de Jesús Resucitado dejémonos conducir por este Espíritu
Santo de Dios. El es el alma de la comunión, el hacedor de la Iglesia, el que
logra la unidad en la diversidad. Es la
fuerza que renueva todas las cosas para hacer que el Evangelio se vaya
encarnando en cada pueblo y cultura. Es la luz para que el mensaje del reino se
haga realidad en cada realidad social y en cada época de la historia. Es el
amor de Dios presente aún mas allá de los limites visibles de la Iglesia,
llenando el universo entero, allí donde alguien construye el reino de amor, paz
y justicia, donde los pobres son el centro de la comunión y reciben el anuncio
del Evangelio que los rescata y libera.
¡Ven Espíritu Santo y renueva toda la superficie de la tierra!
¡Ven Espíritu Santo y renueva a la Iglesia para que sea fiel al
Evangelio!
Lic. P. Néstor
Cruz García
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