¿Qué es la Liturgia?: La Celebración Cristiana
y el sentido de la Fiesta.
(“La vida en el culto para poder rendir culto en la vida”)
Para comprender qué es la Liturgia, nada mejor que recordar
como la define el Concilio Vaticano II, del cual estamos celebrando los
cincuenta años de su reunión:
Dice el Concilio
Vaticano II en la Constitución “Sacrosanctum Concilium” sobre Sagrada liturgia:
“Realmente, en esta
obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres
santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la
Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno. Con
razón, entonces, se considera la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos
sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del
hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus
miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su
Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con
el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la
Iglesia” (SC 7).
Y al referirse a las acciones litúrgicas de la
Iglesia, el Catecismo de la
Iglesia Católica
utiliza, una terminología muy expresiva: “Celebrar”, “celebración”,
“celebrante”.
“Cristo el Señor
realizó esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de
Dios, preparada por las maravillas que Dios hizo en el pueblo de la Antigua Alianza ,
principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, de su
resurrección de entre los muertos y de su gloriosa ascensión. Por este
misterio, 'con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró
nuestra vida'. Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el
sacramento admirable de toda la Iglesia”. Por eso, en la liturgia, la Iglesia
celebra principalmente el misterio pascual por el que Cristo realizó la obra de
nuestra salvación.
“La celebración del
Misterio Cristiano” es el título de la 2da parte del Catecismo, presentando sus
diversos apartados sobre “quién celebra”, “cómo celebrar”, “cuándo celebrar”,
“dónde celebrar”.
Se subraya
reiteradamente el celebrar; pero qué es celebrar:
Veamos entonces qué
es y para ello partamos de nuestra propia vida:
Lo primero que
hacemos cuando queremos celebrar es reunirnos, es muy difícil que alguien
celebre en soledad. Además la celebración refuerza los lazos de pertenencia a
un grupo: familia, amigos.
Por ejemplo nos reunimos
para celebrar un cumpleaños, el propio o el de un ser querido: el
acontecimiento un nacimiento, algo que pasó un día determinado, en el presente
disfrutamos que pase: la vida sigue y deseamos que se prolongue en el
futuro: que la vida continúe.
Lo que se celebra es
un acontecimiento, un hecho del pasado, que traemos al presente y que deseamos
que siga pasando. Es decir un acontecimiento que une pasado, presente y futuro.
Celebrar implica
alegrarse y agradecer y a la vez implica que para entrar en la celebración se
necesitan determinados gestos, actitudes que implican un ritual. Si festejamos
un cumpleaños habrá torta, velitas, regalos, etc.
Por otro lado la
celebración implica una ruptura del tiempo, un paréntesis en el acontecer
diario y rutinario la celebración es un tiempo que se carga de subjetividad. La
fiesta nos libera de la
rutina. La fiesta implica gratuidad y alegría.
Cuando celebramos
desde lo religioso podemos identificar los mismos elementos:
Hay un encuentro, que
se da en la
celebración litúrgica y que requiere necesariamente de la presencia de la comunidad. La acción litúrgica comienza cuando la
comunidad se haya reunida. El tiempo de la celebración litúrgica es un tiempo
sagrado, se rompe la cotidianidad, es un “Kairos” especial. Y se desarrolla a
través de un rito, es decir de palabras, gestos y acciones que le son propias y
que se cargan de un significado especial, tienen una carga simbólica que las
separa del significado que tienen en la vida cotidiana, porque nos remiten a
una realidad trascendente. Por ejemplo: cuando yo era chica y llegaba una
persona mayor a casa o cuando la maestra entraba al aula me ponía de pie como
señal de respeto. Cuando me pongo de pie al comenzar una celebración litúrgica,
no lo hago como gesto de cortesía sino porque en la liturgia el estar de pie es
signo del hombre resucitado y que a la vez peregrina hacia el encuentro
definitivo con el Padre. La liturgia es
fiesta de gratuidad y gozo. Y es una fiesta que nos une en la Comunión de los
Santos a la liturgia que se
celebra en el Cielo.
El acontecimiento
fundante de la celebración es el Misterio Pascual de Cristo: su Pasión, Muerte
y Resurrección. Es algo que pasó: un hecho histórico y real; que disfrutamos
que pase: hoy y aquí; y que deseamos que siga pasando: nos adelanta lo
definitivo.
Pasado: La Pascua del
Señor- que se continúa en
el presente: la celebración en el hoy- se abre al futuro: Pascua definitiva.
Hemos mencionado la
palabra pascua, recordemos que la misma significa PASO, en el Antiguo
Testamento, Pascua es el paso de Dios por Egipto la noche de la muerte de los
primogénitos y el paso del Mar Rojo. En el Nuevo Testamento es el paso de Jesús
de la Muerte a la Vida.
La Liturgia entonces
es:
la celebración de un acontecimiento: el Misterio Pascual de Cristo.
Es el centro de la Historia de la Salvación.
Es el único acontecimiento de la historia que “no pasa”, como sucede con
los demás acontecimientos, que pasan y son absorbidos por el pasado (cf CEC
1084).
El acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo
hacia la vida (cf. CEC 1084).
Así en cada acción
litúrgica actualizamos el Misterio Pascual de Cristo, que no significa
repetición, tampoco un mero recuerdo, sino un hacer verdaderamente presente,
traemos el acontecimiento al hoy para que nosotros ingresemos en él. Para que
participemos de su eficacia.
En la definición que
nos da la
“Sacrosanctum Concilium ” que leímos al principio se nos dice
que la liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo y esto es así porque
en su Misterio Pascual Jesús fue plenamente sacerdote: ofreció su Cuerpo y su
Sangre como sacrificio para con él alabar a Dios y salvarnos.
En la Liturgia el
sacerdocio de Cristo se ejerce al actualizar su Misterio Pascual, pero como nos
dice el texto citado (SC7) es acción del Cuerpo Místico de Cristo, cabeza y
miembros, por eso también los fieles, en virtud de su sacerdocio común tienen
un lugar propio en la celebración; todos celebramos. El sacerdote, por su
sacerdocio ministerial, hace presente a Cristo (actúa “in persona Christi”
La liturgia está en
la Iglesia para comunicar el Misterio Pascual, el qué de la celebración
litúrgica es celebrar este acontecimiento salvífico, celebrarlo, ponerlo al
alcance de los hombres de todos los tiempos para que puedan ir ingresando y se
salven, para que experimenten la salvación. No porque nosotros nos salvamos sino
porque Dios quiere salvar así, él eligió este camino. Y acá estoy hablando de
la liturgia en general, no solamente de la Misa, estoy hablando de los
Sacramentos y de otras realidades sacramentales que son incluso litúrgicas y no
son sacramentos: celebraciones de la Palabra, encuentros litúrgicos.
Por eso celebramos,
porque en la celebración nos encontramos con lo más profundo de la vida, con la
gratuidad del amor del Dios que nos salva. Por eso es importante que la
celebración esté bien hecha: Porque la celebración es una expresión muy fuerte
de la vida, la vida pasa por ella, porque de alguna manera podemos tocar el
misterio de la vida y de la vida que será una fiesta definitiva. ¿Para qué
celebramos?: para mantenernos vivos, para mantener nuestra esperanza, para
mantener nuestro gozo.
La Constitución
“Sacrosanctum Concilium” nos dice en su número10 “…la liturgia es la cumbre a
la cual tiende la actividad de la Iglesia y a la vez la fuente de donde mana
toda su fuerza.”
Esto quiere decir que
los trabajos apostólicos tienden a llevar a los hombres a Dios, por lo cual una
vez que han convertido a Dios sus corazones deben a llegar a participar
plenamente en esa vida de hijos de Dios a través de la participación en la vida
de la Iglesia y en la recepción de los Sacramentos y a la vez todo aquel que
participa de la vida sacramental de la Iglesia ve fortalecida su fe e
impulsados al ejercicio de la caridad por lo cual es en la liturgia en donde se
alaba perfectamente a Dios y el hombre es perfectamente santificado.
Hemos estado hablando
de celebrar y es común, aún hoy en día, escuchar o leer cuando se refieren a
las acciones litúrgicas la expresión ceremonia. En la acción litúrgica hay
ceremonia, pero ella es fundamentalmente celebración.
La ceremonia es el
aspecto externo de la celebración, es necesaria para la ritualidad. . La
liturgia es una celebración que incluye el aspecto ceremonial, pero que es
mucho más que eso: es un acontecimiento real, salvífico y la actualización de
este acontecimiento se da por medio de los signos.
Cuando uno habla de
ceremonia es más difícil hablar del concepto de la participación, en general
uno puede hablar de presencia o de asistencia. El concepto de celebración es un
concepto más profundo, más rico, que abarca lo ceremonial. La liturgia abarca
las dos realidades, es celebración y es ceremonia. Participar de una
celebración es distinto de asistir a una ceremonia en la cual somos meros espectadores.
Cada celebración litúrgica toca nuestra historia y nuestra vida y es el último
acto de nuestra historia personal de salvación. Cada celebración litúrgica
debiera “cristificarnos”, es decir hacernos más parecidos a Cristo en la fe y
en la caridad.
Insisto la liturgia
es celebración, la celebración es fiesta y en ella recibimos gratuitamente de
Dios la salvación, por eso nuestro gozo
es grande. Recordemos las palabras del Papa Francisco en su homilía del 10 de
mayo: “El cristiano es un hombre y una mujer de gozo”.
Hagamos que ese gozo
brille en la celebración, con nuestra participación, activa, consciente y
fructuosa.
Como se desarrollan
esos ritos lo trataremos en un próximo encuentro. Mientras tanto les dejo este
texto de un libro que muchos hemos leído: “El Principito” (Antoine de Saint
Exupéry)
“Al día siguiente volvió el Principito. Hubiese sido mejor venir a la misma
hora – dijo el zorro – Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde,
comenzaré a ser feliz desde las tres de la tarde. Cuando más
avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e
inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! pero si vienes a cualquier
hora, nunca sabré a que hora preparar mi corazón… Los ritos son necesarios.
-¿Qué es un rito? - dijo el Principito.
- Es también algo demasiado olvidado – dijo el zorro – Es lo que hace que
un día sea diferente de los otros días; una hora de las otras horas.”
Trabajo Práctico:
Realizar un cuadro donde se comparen los elementos de la celebración humana
y de la religiosa.
Vive la comunidad el sentido de fiesta en su liturgia, en qué lo noto?
Celebración o ceremonia?
En el Apéndice se presentan varios documentos que nos hablan de la
Liturgia, realice una lista con aquellos elementos que su juicio resulten más
significativos.
Apéndice
La Liturgia en los Documentos del Episcopado de
Latinoamérica y el Caribe
Dice el Documento de Medellín:
“La institución divina de la liturgia no puede jamás considerarse como un
adorno contingente de la vida eclesial, puesto que «ninguna comunidad cristiana
se edifica si no tiene su raíz y eje en la celebración de la santísima Eucaristía ,
por la que ha de comenzarse toda educación del espíritu de comunidad. Esta
celebración, para ser sincera y plena, debe conducir tanto a las varias obras
de caridad y a la mutua ayuda, como a la acción misionera y a las varias formas
del testimonio cristiano» [PO 6].” (Med. 9).
Dice el Documento de Puebla:
“La liturgia, como acción de
Cristo y de la Iglesia, es el ejercicio del Sacerdocio de Jesucristo; es cumbre
y fuente de la vida eclesial. Es encuentro
con Dios y con los hermanos; banquete y sacrificio realizado en la Eucaristía; fiesta de la comunión eclesial, en la
cual el Señor Jesús, por su Misterio
Pascual, asume y libera al pueblo de Dios y por él a toda la humanidad cuya
historia es convertida en historia salvífica para reconciliar a los hombres
entre sí y con Dios. La liturgia es también fuerza en el peregrinar, a fin de llevar a cabo, mediante el
compromiso transformador de la vida, la realización plena del Reino, según el
plan de Dios” (DP 918).
Dice el Documento de Santo Domingo:
“La Iglesia santa encuentra el sentido último de su convocación en la vida
de oración, alabanza y acción de gracias que cielo y tierra dirigen a Dios por
«sus obras grandes y maravillosas» (Ap 15, 3s; cf. 7, 9-17). Esta es la razón
por la cual la liturgia «es la cumbre a la cual tiende la actividad de la
Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10).
Pero la liturgia es acción del Cristo total, Cabeza y miembros, y, como tal,
debe expresar el sentido más profundo de su oblación al Padre: obedecer,
haciendo de toda su vida la revelación del amor del Padre por los hombres. Así
como la celebración de la
Última Cena está esencialmente unida a la vida y al
sacrificio de Cristo en la cruz y lo hace cotidianamente presente por la
salvación de todos los hombres, así también, los que alaban a Dios reunidos en
torno al Cordero, son los que muestran en sus vidas los signos testimoniales de
la entrega de Jesús (cf. Ap 7, 13s). Por eso, el culto cristiano debe expresar
la doble vertiente de la obediencia al Padre (glorificación) y de la caridad
con los hermanos (redención), pues la gloria de Dios es que el hombre viva. Con
lo cual lejos de alienar a los hombres, los libera y los hace hermanos.” (DSD
34).
Dice el Documento de Aparecida:
Encontramos a
Jesucristo, de modo admirable, en la Sagrada Liturgia. Al
vivirla, celebrando el misterio pascual, los discípulos de Cristo penetran más en
los misterios del Reino y expresan de modo sacramental su vocación de
discípulos y misioneros. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia
del Vaticano II nos muestra el lugar y la función de la liturgia en el
seguimiento de Cristo, en la acción misionera de los cristianos, en la vida
nueva en Cristo, y en la vida de nuestros pueblos en Él (cf SC 7 (DA 250)).
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