CATEQUESIS POR RADIO. ESCUELA RADIAL DE CATEQUESIS: LITURGIA 1

sábado, 24 de agosto de 2013

LITURGIA 1






¿Qué es la Liturgia?: La Celebración Cristiana y el sentido de la Fiesta.

(“La vida en el culto para poder rendir culto en la vida”)

Para comprender  qué es la Liturgia, nada mejor que recordar como la define el Concilio Vaticano II, del cual estamos celebrando los cincuenta años de su reunión:
Dice el Concilio Vaticano II en la Constitución “Sacrosanctum Concilium” sobre Sagrada liturgia:
“Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno. Con razón, entonces, se considera la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia” (SC 7).
 Y al referirse a las acciones litúrgicas de la Iglesia, el Catecismo de la Iglesia Católica  utiliza, una terminología muy expresiva: “Celebrar”, “celebración”, “celebrante”.
“Cristo el Señor realizó esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios hizo en el pueblo de la Antigua Alianza, principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, de su resurrección de entre los muertos y de su gloriosa ascensión. Por este misterio, 'con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida'. Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia”. Por eso, en la liturgia, la Iglesia celebra principalmente el misterio pascual por el que Cristo realizó la obra de nuestra salvación.
“La celebración del Misterio Cristiano” es el título de la 2da parte del Catecismo, presentando sus diversos apartados sobre “quién celebra”, “cómo celebrar”, “cuándo celebrar”, “dónde celebrar”.
Se subraya reiteradamente el celebrar; pero qué es celebrar:

Veamos entonces qué es y para ello partamos de nuestra propia vida:
Lo primero que hacemos cuando queremos celebrar es reunirnos, es muy difícil que alguien celebre en soledad. Además la celebración refuerza los lazos de pertenencia a un grupo: familia, amigos.
Por ejemplo nos reunimos para celebrar un cumpleaños, el propio o el de un ser querido: el acontecimiento un nacimiento, algo que pasó un día determinado, en el presente disfrutamos que pase: la vida sigue y deseamos que se prolongue en el futuro: que la vida continúe.
Lo que se celebra es un acontecimiento, un hecho del pasado, que traemos al presente y que deseamos que siga pasando. Es decir un acontecimiento que une pasado, presente y futuro.
Celebrar implica alegrarse y agradecer y a la vez implica que para entrar en la celebración se necesitan determinados gestos, actitudes que implican un ritual. Si festejamos un cumpleaños habrá torta, velitas, regalos, etc.
Por otro lado la celebración implica una ruptura del tiempo, un paréntesis en el acontecer diario y rutinario la celebración es un tiempo que se carga de subjetividad. La fiesta nos libera de la rutina. La fiesta implica gratuidad y alegría.
Cuando celebramos desde lo religioso podemos identificar los mismos elementos:
Hay un encuentro, que se da en la celebración litúrgica y que requiere necesariamente de la presencia de  la comunidad. La acción litúrgica comienza cuando la comunidad se haya reunida. El tiempo de la celebración litúrgica es un tiempo sagrado, se rompe la cotidianidad, es un “Kairos” especial. Y se desarrolla a través de un rito, es decir de palabras, gestos y acciones que le son propias y que se cargan de un significado especial, tienen una carga simbólica que las separa del significado que tienen en la vida cotidiana, porque nos remiten a una realidad trascendente. Por ejemplo: cuando yo era chica y llegaba una persona mayor a casa o cuando la maestra entraba al aula me ponía de pie como señal de respeto. Cuando me pongo de pie al comenzar una celebración litúrgica, no lo hago como gesto de cortesía sino porque en la liturgia el estar de pie es signo del hombre resucitado y que a la vez peregrina hacia el encuentro definitivo con el Padre.  La liturgia es fiesta de gratuidad y gozo. Y es una fiesta que nos une en la Comunión de los Santos a la liturgia que se celebra en el Cielo.
El acontecimiento fundante de la celebración es el Misterio Pascual de Cristo: su Pasión, Muerte y Resurrección. Es algo que pasó: un hecho histórico y real; que disfrutamos que pase: hoy y aquí; y que deseamos que siga pasando: nos adelanta lo definitivo.
Pasado: La Pascua del Señor- que se continúa en el presente: la celebración en el hoy- se abre al futuro: Pascua definitiva.
Hemos mencionado la palabra pascua, recordemos que la misma significa PASO, en el Antiguo Testamento, Pascua es el paso de Dios por Egipto la noche de la muerte de los primogénitos y el paso del Mar Rojo. En el Nuevo Testamento es el paso de Jesús de la Muerte a la Vida.
La Liturgia entonces es:
la celebración de un acontecimiento: el Misterio Pascual de Cristo.
Es el centro de la Historia de la Salvación.
Es el único acontecimiento de la historia que “no pasa”, como sucede con los demás acontecimientos, que pasan y son absorbidos por el pasado (cf CEC 1084).
El acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo hacia la vida (cf. CEC 1084).

Así en cada acción litúrgica actualizamos el Misterio Pascual de Cristo, que no significa repetición, tampoco un mero recuerdo, sino un hacer verdaderamente presente, traemos el acontecimiento al hoy para que nosotros ingresemos en él. Para que participemos de su eficacia.
En la definición que nos da la “Sacrosanctum Concilium” que leímos al principio se nos dice que la liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo y esto es así porque en su Misterio Pascual Jesús fue plenamente sacerdote: ofreció su Cuerpo y su Sangre como sacrificio para con él alabar a Dios y salvarnos.
En la Liturgia el sacerdocio de Cristo se ejerce al actualizar su Misterio Pascual, pero como nos dice el texto citado (SC7) es acción del Cuerpo Místico de Cristo, cabeza y miembros, por eso también los fieles, en virtud de su sacerdocio común tienen un lugar propio en la celebración; todos celebramos. El sacerdote, por su sacerdocio ministerial, hace presente a Cristo (actúa “in persona Christi”

La liturgia está en la Iglesia para comunicar el Misterio Pascual, el qué de la celebración litúrgica es celebrar este acontecimiento salvífico, celebrarlo, ponerlo al alcance de los hombres de todos los tiempos para que puedan ir ingresando y se salven, para que experimenten la salvación. No porque nosotros nos salvamos sino porque Dios quiere salvar así, él eligió este camino. Y acá estoy hablando de la liturgia en general, no solamente de la Misa, estoy hablando de los Sacramentos y de otras realidades sacramentales que son incluso litúrgicas y no son sacramentos: celebraciones de la Palabra, encuentros litúrgicos.

Por eso celebramos, porque en la celebración nos encontramos con lo más profundo de la vida, con la gratuidad del amor del Dios que nos salva. Por eso es importante que la celebración esté bien hecha: Porque la celebración es una expresión muy fuerte de la vida, la vida pasa por ella, porque de alguna manera podemos tocar el misterio de la vida y de la vida que será una fiesta definitiva. ¿Para qué celebramos?: para mantenernos vivos, para mantener nuestra esperanza, para mantener nuestro gozo.

La Constitución “Sacrosanctum Concilium” nos dice en su número10 “…la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y a la vez la fuente de donde mana toda su fuerza.”
Esto quiere decir que los trabajos apostólicos tienden a llevar a los hombres a Dios, por lo cual una vez que han convertido a Dios sus corazones deben a llegar a participar plenamente en esa vida de hijos de Dios a través de la participación en la vida de la Iglesia y en la recepción de los Sacramentos y a la vez todo aquel que participa de la vida sacramental de la Iglesia ve fortalecida su fe e impulsados al ejercicio de la caridad por lo cual es en la liturgia en donde se alaba perfectamente a Dios y el hombre es perfectamente santificado.

Hemos estado hablando de celebrar y es común, aún hoy en día, escuchar o leer cuando se refieren a las acciones litúrgicas la expresión ceremonia. En la acción litúrgica hay ceremonia, pero ella es fundamentalmente celebración.
La ceremonia es el aspecto externo de la celebración, es necesaria para la ritualidad. . La liturgia es una celebración que incluye el aspecto ceremonial, pero que es mucho más que eso: es un acontecimiento real, salvífico y la actualización de este acontecimiento se da por medio de los signos.
Cuando uno habla de ceremonia es más difícil hablar del concepto de la participación, en general uno puede hablar de presencia o de asistencia. El concepto de celebración es un concepto más profundo, más rico, que abarca lo ceremonial. La liturgia abarca las dos realidades, es celebración y es ceremonia. Participar de una celebración es distinto de asistir a una ceremonia en la cual somos meros espectadores. Cada celebración litúrgica toca nuestra historia y nuestra vida y es el último acto de nuestra historia personal de salvación. Cada celebración litúrgica debiera “cristificarnos”, es decir hacernos más parecidos a Cristo en la fe y en la caridad.
Insisto la liturgia es celebración, la celebración es fiesta y en ella recibimos gratuitamente de Dios la salvación,  por eso nuestro gozo es grande. Recordemos las palabras del Papa Francisco en su homilía del 10 de mayo: “El cristiano es un hombre y una mujer de gozo”.
Hagamos que ese gozo brille en la celebración, con nuestra participación, activa, consciente y fructuosa.

Como se desarrollan esos ritos lo trataremos en un próximo encuentro. Mientras tanto les dejo este texto de un libro que muchos hemos leído: “El Principito” (Antoine de Saint Exupéry)
“Al día siguiente volvió el Principito. Hubiese sido mejor venir a la misma hora – dijo el zorro – Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres de la tarde. Cuando más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a que hora preparar mi corazón… Los ritos son necesarios.
-¿Qué es un rito? - dijo el Principito.
- Es también algo demasiado olvidado – dijo el zorro – Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora de las otras horas.”


Trabajo Práctico:
Realizar un cuadro donde se comparen los elementos de la celebración humana y de la religiosa.
Vive la comunidad el sentido de fiesta en su liturgia, en qué lo noto? Celebración o ceremonia?
En el Apéndice se presentan varios documentos que nos hablan de la Liturgia, realice una lista con aquellos elementos que su juicio resulten más significativos.
  
Apéndice
La Liturgia en los Documentos del Episcopado de Latinoamérica y el Caribe
Dice el Documento de Medellín:
“La institución divina de la liturgia no puede jamás considerarse como un adorno contingente de la vida eclesial, puesto que «ninguna comunidad cristiana se edifica si no tiene su raíz y eje en la celebración de la santísima Eucaristía, por la que ha de comenzarse toda educación del espíritu de comunidad. Esta celebración, para ser sincera y plena, debe conducir tanto a las varias obras de caridad y a la mutua ayuda, como a la acción misionera y a las varias formas del testimonio cristiano» [PO 6].” (Med. 9).

Dice el Documento de Puebla:
“La liturgia, como acción de Cristo y de la Iglesia, es el ejercicio del Sacerdocio de Jesucristo; es cumbre y fuente de la vida eclesial. Es encuentro con Dios y con los hermanos; banquete y sacrificio realizado en la Eucaristía; fiesta de la comunión eclesial, en la cual el Señor Jesús, por su Misterio Pascual, asume y libera al pueblo de Dios y por él a toda la humanidad cuya historia es convertida en historia salvífica para reconciliar a los hombres entre sí y con Dios. La liturgia es también fuerza en el peregrinar, a fin de llevar a cabo, mediante el compromiso transformador de la vida, la realización plena del Reino, según el plan de Dios” (DP 918).

Dice el Documento de Santo Domingo:
“La Iglesia santa encuentra el sentido último de su convocación en la vida de oración, alabanza y acción de gracias que cielo y tierra dirigen a Dios por «sus obras grandes y maravillosas» (Ap 15, 3s; cf. 7, 9-17). Esta es la razón por la cual la liturgia «es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza» (SC 10). Pero la liturgia es acción del Cristo total, Cabeza y miembros, y, como tal, debe expresar el sentido más profundo de su oblación al Padre: obedecer, haciendo de toda su vida la revelación del amor del Padre por los hombres. Así como la celebración de la Última Cena está esencialmente unida a la vida y al sacrificio de Cristo en la cruz y lo hace cotidianamente presente por la salvación de todos los hombres, así también, los que alaban a Dios reunidos en torno al Cordero, son los que muestran en sus vidas los signos testimoniales de la entrega de Jesús (cf. Ap 7, 13s). Por eso, el culto cristiano debe expresar la doble vertiente de la obediencia al Padre (glorificación) y de la caridad con los hermanos (redención), pues la gloria de Dios es que el hombre viva. Con lo cual lejos de alienar a los hombres, los libera y los hace hermanos.” (DSD 34).


Dice el Documento de Aparecida:
Encontramos a Jesucristo, de modo admirable, en la Sagrada Liturgia. Al vivirla, celebrando el misterio pascual, los discípulos de Cristo penetran más en los misterios del Reino y expresan de modo sacramental su vocación de discípulos y misioneros. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Vaticano II nos muestra el lugar y la función de la liturgia en el seguimiento de Cristo, en la acción misionera de los cristianos, en la vida nueva en Cristo, y en la vida de nuestros pueblos en Él (cf SC 7 (DA 250)).





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