Catequesis y Liturgia
Hna Mirian Yedro
Para comenzar recordemos que los pilares de cada comunidad y de la
Iglesia son: catequesis, liturgia y la caridad. El camino sería: conozco por la fe al
recibir el anuncio a Jesús a través de la catequesis, lo celebro en comunidad y
lo demuestro con mis obras en la caridad y solidaridad.
Objetivo de la catequesis
El fin de la Catequesis: EDUCAR EN LA FE... supuesto todo el proceso
educativo anterior, se pretende que todos esos valores humanos sean vividos en
referencia explícita a Jesucristo ya que, para los creyentes, Jesús es el
modelo del Hombre perfecto.
El fin de la Catequesis es DESPERTAR, HACER CRECER Y MADURAR esa vida de
fe (Más que creer en algo es creer en ALGUIEN)
La catequesis es, sobre todo, iniciación, instrucción; la liturgia es,
sobre todo, celebración, acción, fiesta. En la catequesis se explica, se
ilumina e ilustra la fe; en la liturgia
se expresa y se celebra esa fe.
En la catequesis se
presenta y se penetra el
misterio de Cristo; en la liturgia
se hace memoria y se actualiza ese misterio. La catequesis
principalmente evangeliza; la liturgia principalmente sacramentaliza.
La Liturgia no se entiende sin la Sagrada Escritura. La
verdadera comunicación con Dios implica "aceptación" de su misterio
revelado y "respuesta" de los hombres a Dios". Los catequistas
tienen que hacerse conscientes de que la vida litúrgica y la preparación de los
cristianos para esa vida es ele¬mento fundamental en la educación de la fe
cristiana.
Toda Catequesis ha de tener, inseparablemente esta doble dimensión:
• Enseñanza - conocimiento
del Mensaje.
• Vivencia - Experiencia de
la fe, actitud religiosa.
OBJETIVOS:
Iniciar el encuentro con Dios en la Oración y la Liturgia. No se trata
de enseñar oraciones, sino de enseñar a orar, a relacionarse con Dios. La
catequesis tiene que desembocar en la oración individual y comunitaria como
respuesta del creyente a la Palabra de Dios.
Llevar al compromiso temporal y apostólico. La catequesis ha de ayudar al
compromiso de una fe viva y manifestada en obras. Catequesis que desemboque en
la vida... acciones concretas que construyan el Reino de Dios.
En síntesis:
• Arranca de la Vida.
(Experiencia humana)
• Desemboca en la Vida.
(Celebración y compromiso)
A fin de que:
• Aquello que conocemos y
creemos. (Fe)
• Lo celebramos. (Liturgia)
• Lo vivamos . (Moral)
Significación de la palabra
"Liturgia"
Catic 1069 La palabra "Liturgia" significa originariamente
"obra o quehacer público", "servicio de parte de y en favor del
pueblo". En la tradición cristiana quiere significar que el Pueblo de Dios
toma parte en "la obra de Dios" (cf. Jn 17,4). Por la liturgia,
Cristo, nuestro Redentor y Sumo Sacerdote, continúa en su Iglesia, con ella y
por ella, la obra de nuestra redención.
Catic 1070 La palabra "Liturgia" en el Nuevo Testamento es
empleada para designar no solamente la celebración del culto divino (cf Hch
13,2; Lc 1,23), sino también el anuncio del Evangelio (cf. Rm 15,16; Flp
2,14-17. 30) y la caridad en acto (cf Rm 15,27; 2 Co 9,12; Flp 2,25). En todas
estas situaciones se trata del servicio de Dios y de los hombres.
Catequesis y Liturgia
Catic 1074 "La Liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la
Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" (SC
10). Por tanto, es el lugar privilegiado de la catequesis del Pueblo de Dios.
"La cateq uesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y
sacramental, porque es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía, donde
Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres" (CT
23).
De Benedicto XVI texto completo: LA LITURGIA, LUGAR DONDE VIVIR LA UNIVERSALIDAD DE LA
IGLESIA
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 3 octubre 2012 (ZENIT.org).- La audiencia
general de esta mañana ha tenido lugar a las 10,30 en la plaza de San Pedro,
donde Benedicto XVI se dirigió a grupos de peregrinos y fieles llegados de
Italia y de otros países. Ofrecemos las palabras pronunciadas por el papa en
una catequesis centrada en la liturgia.
Queridos hermanos y hermanas:
En la catequesis pasada empecé a hablar sobre una de las fuentes
privilegiadas de la oración cristiana: la sagrada liturgia, que, como enseña el
Catecismo de la
Iglesia Católica , es “participación en la oración de Cristo,
dirigida al Padre en el Espíritu Santo. En la liturgia toda oración cristiana
encuentra su fuente y su fin” (n. 1073). Hoy me gustaría que nos preguntemos:
¿en mi vida, reservo un espacio suficiente para la oración y, sobre todo, que
lugar tiene en mi relación con Dios, la oración litúrgica, especialmente la Santa Misa , como
participación en la oración común del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia?
Para responder a esta pregunta, primero debemos recordar que la oración
es la relación viviente de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno,
con su Hijo Jesucristo, y con el Espíritu Santo (cf. ibid., 2565). Así que la vida
de oración es estar habitualmente en presencia de Dios y tener conciencia de
ello, en el vivir en relación con Dios como si viviese las relaciones
habituales de nuestra vida, aquellos con los familiares más queridos, con los
verdaderos amigos; de hecho, aquella con el Señor es la relación que alumbra a
todas nuestras otras relaciones. Esta comunión de vida con Dios, Uno y Trino,
es posible porque,mediante el Bautismo hemos sido insertados en Cristo, hemos
comenzado a ser uno con Él (cf. Rom. 6,5).
De hecho, solo en Cristo podemos hablar con Dios Padre como hijos, de lo
contrario no es posible, sino que en comunión con el Hijo, podemos también
decir como Él dijo: "Abba". En comunión con Cristo, podemos conocer a
Dios como verdadero Padre (cf. Mt. 11,27). Por esto la oración cristiana
consiste en mirar de manera constante y en una forma siempre nueva a Cristo,
hablar con Él, permanecer en silencio con Él, escucharlo, actuar y sufrir con
Él. El cristiano descubre su verdadera identidad en Cristo, “el primogénito de
toda criatura”, en quien todas las cosas subsisten (cf. Col. 1,15 ss). En el
identificarme con Él, en el ser uno con Él, descubro mi identidad personal,
aquella del verdadero hijo que ve a Dios como un Padre lleno de amor.
Pero no olvidemos: A Cristo lo descubrimos, lo conocemos como una persona
viviente, en la Iglesia.
Esta es "su cuerpo". Esta corporeidad se puede
entender a partir de las palabras bíblicas sobre el hombre y sobre la mujer:
los dos se harán una sola carne (cf. Gn. 2,24; Ef. 5,30ss; 1 Cor 6,16s). El
vínculo indisoluble entre Cristo y la Iglesia, a través del poder unificador
del amor, no niega el “tú” y el “yo”, sino que los eleva a su unidad más
profunda.
Encontrar la propia identidad en Cristo significa lograr una comunión con
Él, que no me anula, sino me eleva a la dignidad más alta, aquella de hijo de
Dios en Cristo: “la historia de amor entre Dios y el hombre consiste, en el
hecho de que esta comunión de voluntad crece en la comunión del pensamiento y
del sentimiento, y por lo tanto nuestra voluntad y la de Dios coinciden cada vez
más” (Encíclica Deus caritas est, 17).Orar significa elevarse a la altura de
Dios a través de una necesaria y gradual transformación de nuestro ser.
Por lo tanto, participando en la liturgia, hacemos nuestro el lenguaje de
la Madre Iglesia ,
aprendemos a hablar en ella y por ella. Naturalmente, y como ya lo he dicho,
esto sucede de manera gradual, poco a poco. Tengo que sumergirme progresivamente
en las palabras de la Iglesia, con mi oración, con mi vida, con mi sufrimiento,
con mi alegría, con mis pensamientos. Es un camino que nos transforma.
Pienso entonces que estas reflexiones nos permiten responder a la
pregunta que nos hicimos al principio: ¿cómo aprendo a orar, como crezco en mi
oración? Mirando el modelo que Jesús nos enseñó, el Padre Nuestro, vemos que la
primera palabra es "Padre" y la segunda es "nuestro". La
respuesta, entonces, es clara: aprendo a orar, alimento mi oración,
dirigiéndome a Dios como Padre y orando-con-otros, orando con la Iglesia,
aceptando el regalo de sus palabras, que me resultan poco a poco familiares y
ricas de sentido. El diálogo que Dios establece con cada uno de nosotros, y
nosotros con Él, en la oración incluye siempre un "con"; no se puede
orar a Dios de modo individualista.
En la oración litúrgica, especialmente en la Eucaristía, y --formados de
la liturgia--, en cada oración no hablamos solo como individuos, sino que
entramos en el "nosotros" de la Iglesia que ora. Y tenemos que
transformar nuestro "yo" entrando en este "nosotros".
Me gustaría recordar otro aspecto importante. En el Catecismo de la Iglesia Católica
leemos: "En la liturgia de la Nueva Alianza toda acción litúrgica,
especialmente la celebración de la Eucaristía y de los sacramentos, es un
encuentro entre Cristo y la Iglesia" (n. 1097); por lo que es el
"Cristo total", toda la Comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su
Cabeza, el que celebra.
La liturgia no es, pues, una especie de “auto-manifestación” de una
comunidad, sino que es la salida del simple “ser uno mismo”, ser cerrado en sí
mismo, y entrar en el gran banquete, entrar en la gran comunidad viviente, en la que Dios mismo nos
alimenta. La liturgia implica universalidad y este carácter universal debe
entrar una y otra vez en el conocimiento de todos.
La liturgia cristiana es el culto del templo universal que es Cristo
Resucitado, cuyos brazos están extendidos en la cruz para atraer a todos en el
abrazo del amor eterno de Dios.
Es el culto a cielo abierto. No es nunca el solo evento de una comunidad
única, con su ubicación en el tiempo y en el espacio. Es importante que todo
cristiano se sienta y sea realmente insertado en este “nosotros” universal, que
brinda la base y el refugio al “yo”, en el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
En esto debemos tener presente y aceptar la lógica de la encarnación de
Dios: Él se ha hecho cercano, presente, entrando en la historia y en la
naturaleza humana, convirtiéndose en uno de nosotros. Y esta presencia continúa
en la Iglesia, su Cuerpo. La liturgia no es el recuerdo de acontecimientos
pasados, sino que es la presencia viva del Misterio Pascual de Cristo que
trasciende y une a todos los tiempos y espacios.
Si en la celebración no emerge la centralidad de Cristo, no tendremos
liturgia cristiana, totalmente dependiente del Señor y sostenida por su
presencia creadora. Dios actúa a través de Cristo y nosotros no podemos hacerlo
si no es a través de él y en Él.
Cada día debe crecer en nosotros la convicción de que la liturgia no es
nuestra, un "hacer" mío, sino que es la acción de Dios en nosotros y
con nosotros.
Por lo tanto, no es el individuo --sacerdote o laico--, o el grupo que
celebra la liturgia, sino que es sobre todo la acción de Dios a través de la
Iglesia, que tiene su propia historia, su rica tradición y creatividad. Esta
universalidad y apertura fundamental, que es característica de toda la
liturgia, es una de las razones por las que esta no puede ser creada o
modificada por la misma comunidad o por los expertos, sino que debe ser fiel a
las formas de la Iglesia universal.
Incluso en la liturgia de la comunidad más pequeña, siempre está presente
toda la Iglesia. Por
esta razón no hay “extranjeros” en la comunidad litúrgica. En cada celebración
litúrgica participa junta toda la Iglesia, cielo y tierra, Dios y los hombres. La
liturgia cristiana, aún si se
celebra en un lugar y en un espacio concreto y expresa el
"sí" de una comunidad particular, es de por sí católica, viene del
todo y conduce al todo, en unión con el Papa, con los obispos, con los
creyentes de todos los tiempos y de todos los lugares. Cuanto más animada está
una celebración por esta conciencia, tanto más fructífero es en ella el sentido
auténtico de la liturgia.
Queridos amigos, la Iglesia se hace visible en muchos aspectos: en el
trabajo caritativo, en proyectos misioneros, en el apostolado personal que cada
cristiano debe realizar en su entorno. Pero el lugar donde se vive plenamente
como Iglesia es la liturgia: esta es el acto por el que creemos que Dios entra
en nuestra realidad y le podemos encontrar, le podemos tocar. Es el acto por el
que entramos en contacto con Dios: Él viene a nosotros, y nosotros somos
iluminados por Él. Por lo tanto, cuando en las reflexiones sobre la liturgia
centramos nuestra atención solo en cómo hacerla atractiva, interesante,
hermosa, corremos el riesgo de olvidar lo esencial: la liturgia se celebra por Dios
y no por nosotros mismos; es obra suya; es Él el sujeto; y nosotros debemos
abrirnos a Él y dejarnos guiar por Él y por su Cuerpo que es la Iglesia.
Pidamos al Señor aprender cada día a vivir la sagrada liturgia,
especialmente la Celebración eucaristíca, rezando en el “nosotros” de la
Iglesia, que dirige su mirada no hacia sí misma, sino a Dios, y sintiéndonos
parte de la Iglesia viviente de todos los lugares y de todos los tiempos.
Gracias.
El lenguaje de la liturgia no es
puramente verbal, sino que se enriquece con todos los valores simbólicos y
espirituales de aquella experiencia de comunión y participación. En la liturgia
la catequesis puede encontrar un empalme psicológico con la experiencia humana,
un importante principio de convergencia y unos recursos pedagógicos de gran
eficacia, como la expresión simbólica y la repetición cíclica.
Por otro lado, no es menos verdad que la liturgia exige continuamente la catequesis. Y no
sólo por motivos pastorales más o menos contingentes, sino porque el culto
cristiano constituye un -> misterio accesible solamente a través de la fe y
exige, por tanto, incesantemente una renovadainiciación. Para que los fieles
puedan realmente encontrar a Cristo en los signos de la iglesia, es necesario
que crean ya en él, conozcan el itinerario salvífico que está él realizando en
la historia del mundo, comprendan lo anunciado en las Escrituras y realizado en
Cristo y ahora ya presente para nosotros como prenda y preludio de su plenitud
final (cf SC 9).
En la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi (1975), de Pablo VI, se
contemplan las finalidades de la catequesis litúrgica en un horizonte más
amplio, el de la evangelización, entendida como "un paso complejo, con
elementos variados: renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito,
adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas
de apostolado", añadiendo que "el mérito del reciente Sínodo ha sido
el habernos invitado constantemente a componer estos elementos, más bien que
oponerlos entre sí, para tener la plena comprensión de la actividad
evangelizadora de la iglesia" (n. 24). En particular, se introduce una
puntualización de gran actualidad: "La evangelización despliega toda su
riqueza cuando realiza la unión más íntima, o mejor, una intercomunicación
jamás interrumpida, entre la palabra y los sacramentos. En un cierto sentido es
un equívoco oponer, como se hace a veces, la evangelización a la sacramentalización.
Porque es seguro que, si los sacramentos se administran sin
darles un sólido apoyo de catequesis sacramental y de catequesis global, se
acabaría por quitarles gran parte de su eficacia. La finalidad de la
evangelización es precisamente la de educar en la fe de tal manera que conduzca
a cada cristiano a vivir —y no a recibir de modo pasivo o apático— los
sacramentos como verdaderos sacramentos de la fe" (n. 47).
La liturgia puede convertirse para la catequesis en un manantial
inagotable de elementos simbólicos o de temas concretos ordenados a introducir
a los fieles en cada uno de los aspectos del misterio de Cristo y de la
iglesia, así como a promover la fe y la vida cristiana: celebraciones
sacramentales, signos principales o secundarios, gestos, palabras, cosas,
actitudes, lugares y determinaciones temporales, plegarias, aclamaciones,
etcétera.
Elementos de la Liturgia
El alma de la liturgia es la
plegaria que nos acerca a Dios, es el recuerdo de lo que Dios ha regalado, es
la celebración gozosa de los misterios de Jesús: de su Encarnación, Evangelización,
Redención y Resurrección.
Todo ello se expresa por signos
que hacen al creyente desarrollar la fe y apoyarse en la esperanza.
1.
Simbolización
Supone la elaboración y
conservación de símbolo, figuras, gestos compartidos entre los creyentes. El
Catequista muestra, interpreta, familiariza con esos gestos y signos y consigue
que el catequizando descubra y goce la presencia divina en medio de su Pueblo.
El lenguaje simbólico abre el
camino para admirar, aceptar y asumir el misterio simbolizado. El lenguaje
litúrgico es ese lenguaje simbólico vivificado por la fe y el amor.
Los signos y los símbolos, que
encierran y conservan las intenciones y los misterios han sido comunes a todas
las grandes religiones de la
Historia. La religión cristiana cuenta también con un arsenal
rico, inmenso y variado de esos signos, en los que laten los mensajes, las creencias
y las esperanzas humanas.
2.
Celebración
De los símbolos se salta a los
gozos, desde los gestos se llega al encuentro con Dios. El cristiano vive su fe
con gozo y celebra la salvación por medio de los signos.
La celebración supone comunidad
y supone plegaria. Con la comunidad el gozo se comparte. En el
mensaje de Jesús la idea de Comunidad, de grupo de elegidos, de pequeño rebaño,
de "iglesia" es esencial.
Por eso la celebración reclama
la dimensión solidaria como exigencia primordial. Pero también supone el
sentido de trascendencia, es decir la proyección hacia el misterio de lo
espiritual.
No es la fiesta del presente
el alma y motor de la liturgia, sino la referencia a la fiesta interminable de
la eternidad.
3. La comunidad solidaria
La celebración supone comunidad,
es decir poder compartir el gozo. No basta la intimidad de cada conciencia; se
precisa la comunicación interpersonal, la solidaridad en la congregación de los
otros creyentes.
La dimensión comunitaria, por
voluntad del mismo Cristo, es peculiar de su mensaje. Por eso es tan importante
la educación con referencia a la comunidad. Sin ella no puede haber auténtica fe
ni encuentro con Dios.
4. La
plegaria celebrativa
Por eso la Liturgia es acción de
toda la Iglesia, aunque la hagan unos pocos. Y esa acción gozosa y fraterna,
que eso significa celebrativa.
Jesús mismo está presente en esa
acción litúrgica, como cabeza del Cuerpo Místico formado por todos sus
seguidores. Esa oración y esa conciencia de comunidad exigen fe para creer en
su presencia y amor para vivir de su espíritu. Ambas realidades producen
alegría y esperanza.
La liturgia es el mejor cauce
para relacionarse con el Señor. Es en ella donde el cristiano encuentra su
refugio y su aliento. En la catequesis
se enseña a rezar y a celebrar en el contexto de la comunidad
eclesial.
5.
Conmemoración
La celebración suscita recuerdos
agradables. Implica el recuerdo del hecho salvador, cuyo eco se oye al celebrar
y cuya eficacia se agradece al compartir. Los gestos y los ritos buscan hacer
presente en la conciencia y en la memoria la Historia de la salvación.
En la catequesis se enseña a
vivir esa Historia con confianza, como una redención personal y colectiva, no
como una creencia vacía, como algo presente y perpetuo, no como un acontecimiento
antiguo.
6.
La proclamación
Al evocarlos los dones divinos
surge la proclamación y la acción de gracias, que es la exteriorización de la
fe y de la confianza en Dios.
La proclamación de la salvación
no es un aviso personal y pasajero, sino una aclamación abierta, dinámica y
transformadora, que atestigua la existencia del don divino que produce
regocijo.
7.
La conversión
Por eso la Liturgia implica, en
su misma esencia, la conversión, la mejora de vida. El hombre creyente que
recuerda y celebra se
transforma en seguidor de la voluntad divina.
Por eso la Liturgia supone
cercanía divina, amistad, gracia, pureza de vida. Y toda catequesis debe ser
litúrgica que es lo mismo que decir que es modo selecto de encaminar al hombre
hacia el perdón ofrecido por Dios.
Afecta esa salvación al
destinatario de la catequesis, el catequizando. Pero más aun compromete al
mismo catequista que no se contenta con decir buenas palabras, sino que está
comprometido a ser testigo con sus buenos ejemplos.
Se puede decir con el Catecismo
de la Iglesia
Católica : "La Liturgia es la acción del Cristo total,
misterio de amor. Quienes celebran esta acción, independientemente de la
existencia de signos sacramentales, participan ya de la liturgia del cielo,
allí donde la celebración es enteramente comunión y fiesta... Es toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo,
la que celebra. Por eso toda acción
litúrgica no es privada y particular, sino la celebración de toda la Iglesia,
que es sacramento de unidad." (Ns.
1139 y 1141)
Problemas abiertos
La catequesis parece haber recorrido demasiado camino sin la liturgia y
haber sido a veces lenta en asimilar propuestas, contenidos, sugerencias
metodológicas que le pudieran llegar de la tradición litúrgica y de la
renovación en marcha;
Conclusión
Un diálogo más profundo entre liturgia y catequesis podría llevar a
acentuar dicho enriquecimiento mutuo, que es ya un fruto del movimiento
litúrgico y de la renovación eclesial más reciente. La catequesis puede
redescubrir más eficazmente una tradición que ella tiene en común con la
liturgia, reencontrando así el primado de la evangelización y el horizonte
histórico-salvífico, el método catecumenal y las sugerencias de la mistagogia;
la liturgia puede hacerse más sensible a la problemática cultural y pedagógica
de la catequesis con su patente atención a la situación real de fe de las
comunidades. La relación, todavía difícil, entre liturgia y catequesis podría
desdramatizarse y consolidarse mediante la común asunción de la evangelización
como problema primario y siempre abierto, reconociéndose como liturgia y como
catequesis de una iglesia en estado de misión, de una iglesia peregrinante
hacia una consumada realización escatológica, que le ha sido prometida, pero
que no se le ha concedido todavía de una manera plena.
La liturgia, por lo tanto, nos enseña a orar porque nos reorienta
constantemente a Dios: "¡Levantemos el corazón!/ ¡lo tenemos levantado
hacia el Señor!" La oración es estar dirigidos al Señor ,y esto es también
el sentido profundo de la participación activa en la liturgia.
Pero también es conveniente
recordar al catequista que su misma tarea educadora es litúrgica, por que
conmemora, celebra y transforma la vida y el pensamiento del catequizando.
La catequesis es también
anamnesis (Del griego anámnesis, que significa «memoria”, «recuerdo”. Este
término se encuentra en
Lc 22,19 (cf. también 1 Cor 1 1,24-25), en el mandato que dio Jesús: «Haced
esto en memoria mía”, durante la última cena. Obedeciendo esta orden, la
Iglesia celebra en la eucaristía la memoria de Cristo, recordando su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y su ascensión a los
cielos. representación o traída a la
memoria de algo pasado) y epiclesis (El término “epíclesis” proviene del
griego: Epi = sobre, Kaleo = llamar : designar la invocación del Espíritu Santo
sobre los dones del pan y del vino para que los transforme en el cuerpo y
sangre de Cristo.) como la acción litúrgica. Anuncia recuerdos y sugiere
aclamaciones. No se reduce a enseñar o instruir sobre cualquier cuestión de
cultura humana, sino que hace referencia al misterio divino.
Del Cardenal Bergoglio en el encuentro de la
SAL en el 2009:
Esto es el estracto de una charla que dio en
este encuentro. Comparto lo que me parece ayuda a lo que venimos hablando.toda
la charla además para que tengan referencia fue desde el documento de
Aparecida.
Caracteristicas que ncesita tenr nuestras comunidades:
Salir al encuentro. Que salga, que se quede. Una Iglesia que no sale al
encuentro es una Iglesia auto referencial. El elitismo transforma la vivencia
religiosa y pastoral en vivencias de tipo ideològico. La Iglesia en la calle,
la Iglesia paradigmáticamente misionera.
Agradecimiento: La liturgia celebrada: tenemos conciencia de que la vida
celebrada es un regalo de Dios.
Acompañamiento. Lo que necesitan nuestras comunidades es el
acompañamiento. IMPORTANTE
Inclusión: Hoy se habla de los que
ya no caben en la
sociedad. Los que sobran: ancianos y niños. Hacerse prójimo,
no esquivar el bulto.
Escucha: Escuchar a otros, pero también escuchar a Dios. Modelo Maria.
Conversión: es el resultado de la escucha.
Aparecida concluye con el ardor misionero y el celo apostólico. 552
broche de Aparecida.” Recobremos el valor y la audacia apostólicos. no.80 del
Evangelii Nunciandi. Ver cita de Paulo VI: pide un ímpetu interior que nada ni
nadie sea capaz de extinguir.No evangelizadores desalentados, triste, ansiosos.
Paulo VI guía personalmente la redacción de ese documento y el no 80 es de su
puño y letra. Aparecida recoge la tradición de tres Papas. Aconseja el Card.
leer Evangelii Nunciandi.
Trabajar en atraer por amor.
Conversión de la pastoral. Como
discípulos misioneros. Humildad, escucha atenta. No exigir que vengan sino ir
nosotros.
Somos concientes de los problemas que tenemos que enfrentar: la pérdida de la fe, la falta de transmisión
en el hogar se rompió la cadena de la transmisión de la fe: las madres ya no
tienen tiempo. El conducto es la piedad popular: acompañar con la catequesis. Imaginación
pro-activa. Con que coraje predicamos la resurrección.
Como en los enfoques litúrgicos podemos poner en práctica lo que propone
Aparecida.
Del papa Francisco
El Papa Francisco, ha exhortado a los obispos, refiriéndonos también
algunos ejemplos concretos, a vivir la relación con la acción litúrgica, en
cuanto obra de Dios, como verdaderos creyentes, más allá de todo presuntuoso
ceremonial, plenamente conscientes de que la `noble sencillez´ de que habla el
Concilio no es descuido sino Belleza, belleza con la `B ´ mayúscula”.
La catequesis es también
anamnesis y epiclesis como la acción litúrgica. Anuncia recuerdos y sugiere
aclamaciones. No se reduce a enseñar o instruir sobre cualquier cuestión de
cultura humana, sino que hace referencia al misterio divino.
Trabajo para los alumnos:
·
Leer el capitulo II de Exhortación
Apostólica"Evangelii Nuntiandi",
a tu criterio, hoy qué es evangelizar?
·
Cómo tendrían que ser nuestras
celebraciones comunitarias para que se puedan percibir con mayor hondura y
claridad la unidad entre catequesis y liturgia?
·
Qué camino queda por recorrer
entre liturgia y catequesis?
·
Miriando la realidad donde vivis,
qué gritos decubris, que desde la catequesis y las celebraciones se puden
responder y como?
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